Acogido por miles de birmanos con atuendos tradicionales, el papa Francisco comenzó ayer en Birmania una visita particularmente delicada, iniciada por un encuentro con el jefe del ejército, acusado de llevar a cabo una “limpieza étnica” de la minoría musulmana rohinyá.
El general Min Aung Hlaing mantuvo la primera audiencia con el papa a última hora de la tarde en su residencia, un agregado de última hora a su agenda que permitió al poderoso jefe del ejército posicionarse como interlocutor de primer plano.
“No hay en absoluto discriminación religiosa en Birmania”, aseguró el militar al pontífice, según indicó un mensaje divulgado por su oficina en Facebook tras la reunión. El ejército “obra por la paz y la estabilidad del país”, añadió.
Las organizaciones de defensa de los derechos humanos acusan al general Min Aung Hlaing de ser el principal responsable de esa campaña de represión contra los rohinyá.
Por su parte, el sumo pontífice sabe que sus palabras sobre los rohinyás serán cuidadosamente analizadas durante esta visita de cuatro días. Francisco ha denunciado en los últimos meses el trato que reciben a quienes califica como sus “hermanos rohinyás”, aún a riesgo de molestar a la mayoría budista del país.
¿Quiénes son los rohinyá?
Antes del estallido de la violencia en agosto, cerca de un millón de musulmanes rohinyás vivía en Birmania, algunos desde hace varias generaciones. Sin embargo, desde la ley de 1982, están privados de la nacionalidad birmana y constituyen la mayor población apátrida del mundo.
Son víctimas de múltiples discriminaciones: trabajo forzado, extorsión, restricciones a la libertad de movimiento, reglas de matrimonio injustas y confiscación de tierras. Actualmente huyen en masa a Bangladés, a pesar del acuerdo de retorno de refugiados firmado entre ese país y Birmania.